
No sé qué es lo que me atrajo de ellas.
A lo mejor la emoción contagiosa de mi padre por la llegada de la primavera o el otoño para subir al Moncayo a recoger setas. O la delicada manera de cocinarlas de mi madre.
Sólo sé que eran momentos mágicos.
Y que yo quiero seguir sintiéndolos.